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¿Qué dispositivo electrónico actual puede permitirse el lujo de pecar de «falta de inteligencia»? Este adjetivo ha aderezado la ambición tecnológica de la sociedad actual y ya lo inunda todo, desde un pequeño reloj hasta un coche. Es una tendencia que culmina en el propio concepto de ciudad inteligente o smart city.


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Transformación digital, políticas de cohesión social, sostenibilidad urbana, eficiencia energética y movilidad funcional son conceptos que se combinan en la proyección de la ciudad del futuro que la tecnología nos brinda. En esta revolución, el automóvil tendrá un papel protagonista.

La industria no es ajena al cambio del espacio urbano que plantean las smart cities y fabricantes como Volvo se han sumado  para encontrar soluciones no solo a los desafíos del presente, sino también del futuro. Siguiendo su vocación de pionero, vehículos como el Volvo XC60 ofrecen algunos de los desarrollos que demandan las ciudades inteligentes.

¿Qué es una smart city?

Al tratarse de un concepto que se encuentra en plena construcción, resulta complicado encontrar una definición precisa. Las ciudades que aspiran a convertirse en una smart city coinciden en algunos aspectos, como un cambio en su modelo de desarrollo fundamentado en la sostenibilidad.

Igualmente, las ciudades inteligentes son ciudades orgánicas, esto es, se adaptan a las necesidades de su población explorando una nueva dimensión de la esfera pública. No se trata de elevar el nivel tecnológico de una urbe, sino de amoldar la tecnología para dar respuestas más eficaces.

Presente y futuro del coche en las smart cities

Es en este contexto en el que se está cocinando la evolución de la movilidad. Aunque pueda parecer lejano, el futuro ya está aquí y se manifiesta en diferentes tendencias:

  • El paso del vehículo térmico al electrificado.
  • Las tecnologías de asistencia ADAS y la consecución de la conducción semiautónoma.
  • El intercambio de información para el manejo de datos masivos (big data) que propiciará flujos y soluciones de transporte inéditas.
  • La diversificación del concepto de propiedad en los vehículos, abriendo una variedad intermedia entre el coche en propiedad el transporte público.
  • El desarrollo de toda una serie de nuevos servicios relacionados con la movilidad.

Un ejemplo actual de esto último lo encontramos en la variedad de funcionalidades de la app Volvo On Call y el uso de las llaves digitales. Estas últimas permiten convertir a los vehículos en puntos de recogida y entrega de mercancías. Significa que podemos realizar cualquier compra online y que el mensajero la deposite en el maletero del vehículo mediante un sistema de credenciales único que le da acceso al mismo.

Una smart city es (desde luego) eléctrica

Un sinnúmero de compañías trabajan ya para dar con soluciones que varíen el modelo energético en las grandes ciudades. Existe un cambio evidente hacia las energías alternativas y, dentro de estas, a la producción de energía eléctrica sostenible. Los arquitectos buscan nuevos materiales y diseños más racionales, capaces de conservar la energía de forma más eficiente. Las autoridades locales impulsan sistemas de iluminación inteligente que pueden gestionarse de forma remota. Y estos son solo un par de ejemplos.

El coche eléctrico se ha adelantado a todas estas innovaciones. A principios de la anterior década no dejaba de ser casi una quimera. Ahora, gracias a marcas como Volvo, son una de las claves más básicas de la smart city.

Sin la electrificación de la movilidad resulta imposible pensar en un modelo real de sostenibilidad. Por eso, Volvo se ha marcado el objetivo de que la mitad de los vehículos que venda en 2025 sean eléctricos. Una transición que se está produciendo gracias a los híbridos enchufables y la electrificación de toda su gama, Volvo XC60 incluido, que conocemos bajo la etiqueta Recharge.

Además, la premisa de la electrificación de los vehículos no solo supone un cambio para estos, sino también para la ciudad. Las redes de recarga en espacios públicos crecen más en las ciudades que se cuelgan el calificativo de inteligentes. Resulta un requisito imprescindible para las mismas.

La era de la automatización y la inteligencia artificial

En el ámbito de la electrificación, se puede comprobar la relación mutua entre vehículo y ciudad. Ambos han de poner su granito de arena por la movilidad eléctrica. Algo similar ocurre con el camino para conseguir el hito de la conducción autónoma. Esta necesita un escenario urbano con un nivel de madurez tecnológico aceptable.

Las ciudades inteligentes presentarán los instrumentos necesarios para perfeccionar los actuales sistemas de asistencia a la conducción. Será gracias a la regulación del tráfico mediante inteligencia artificial y el internet de las cosas. En estos días, ya existen ciudades como Turín que están actuando como un laboratorio urbano en el que se combinan varias tecnologías (5G, inteligencia artificial, drones) para construir un escenario sólido para la conducción autónoma.

Los fabricantes de automóviles, por su parte, avanzan a un ritmo vertiginoso y los modelos presentan prestaciones de conducción semiautónoma. Tienen una repercusión directa en la seguridad a bordo del Volvo XC60, con la evolución de sistemas como City Safety o Pilot Assist.

El gran poder de la información compartida

Para que la red de transporte pueda empezar a experimentar los beneficios de la automatización, son precisos nuevos niveles de intercambio de información. El llamado big data tiene mucho que aportar a la movilidad. En el ámbito de la protección, existen ya varios proyectos de seguridad vial predictiva.

Se trata de prevenir el accidente antes que se produzca gracias a la gestión avanzada del transporte. Igualmente, las ciudades inteligentes aspirarán a erradicar los atascos basándose en estos modelos de gestión masiva de datos. Gracias a ellos, se podría optimizar el flujo del tráfico, la activación de semáforos o la aplicación de límites de velocidad adaptados. Esta información proviene de los propios vehículos, pero también de la infraestructura urbana (modelos IaaS) que plantea la instalación de nodos de comunicación y sensores en las vías.

Los vehículos actuales presentan los primeros beneficios de esta funcionalidad. Prueba de esto son los servicios de asistencia en carretera o la información de alertas en tiempo real.

El coche: más roles que interpretar en la smart city

Estas tendencias llevarán a que los vehículos experimenten una evolución particular. Hace pocos años se hablaba de la desaparición del coche en propiedad. Ahora, esta visión se ha actualizado hacia previsiones más maduras. La diversificación de la propiedad del vehículo es solo un servicio más que veremos en la ciudad del futuro.

Y del que ya nos podemos beneficiar. Por ejemplo, la app Volvo On Call permite otorgar credenciales de acceso al coche (en aquellos que tengan esta función integrada, como el Volvo XC40) para compartirlo con familiares y amigos. Como esta, existen otras tantas funciones que son el germen de lo que está por llegar.

Se prevén toda una serie de servicios que los automóviles serán capaces de ofrecer a los conductores. La integración del coche en la ciudad inteligente implicará nuevas funcionalidades para sus usuarios que, incluso, podrán beneficiar a la comunidad. Otro ejemplo de una tecnología presente será la capacidad de los vehículos para intercambiar no solo información, sino también energía eléctrica a través de las smart grids o redes inteligentes.

Como se puede comprobar, resulta un nuevo romance tecnológico que tanto ciudades como vehículos ya viven y que, según parece, será correspondido de forma mutua en las próximas décadas.

Imágenes | Volvo e iStock/Daniel Tomlinson