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La obsolescencia programada es un concepto con el que nos hemos acostumbrado a convivir. El fenómeno afecta también a los vehículos, pero de manera algo diferente al del resto de productos de consumo. ¿Qué mínimos podemos esperar en términos de vida útil?


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El economista y profesor de la Universidad de Stanford, Jeremy Bulow, definía ya en los años 80 el concepto de obsolescencia programada en su trabajo ‘An Economic Theory of Planned Obsolescence’: «(…) programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo por falta de repuestos, y haya que comprar otro nuevo que lo sustituya».

Ahora bien, el fenómeno se documenta ya como histórico. Tomemos como ejemplo la bombilla. Hasta 1924, los propios fabricantes eran capaces de producir bombillas de hasta 2.500 horas de vida útil. A finales del mencionado año, los principales agentes del sector acordaron limitar la vida útil de las bombillas hasta las 1.000 horas. Aducían satisfacer necesidades productivas o mejorar el control entre oferta y demanda.

¿Cómo es la obsolescencia programada en la automoción?

Aunque en la automoción la obsolescencia programada se da, la importancia y las características del sector no la permiten manifestarse de forma tan evidente como en otros.

Comprarse un vehículo no es lo mismo que adquirir un dispositivo móvil. Salvando las distancias, de un coche esperamos una fiabilidad y protección diferente a la de cualquier artículo de consumo. El prestigio del fabricante está en juego si, tras pocos años después de la compra, el modelo elegido agota su vida o, peor aún, sus componentes comprometen la seguridad al volante.

Récords de Volvo antiobsolescencia

Los ingenieros de Volvo son muy conscientes de esta lucha por la longevidad y lo reñida que está con los conceptos de seguridad y sostenibilidad. No en vano, los modelos de la compañía sueca cuentan con una fama tradicional de ser especialmente duraderos. Así lo demuestran los récords batidos por conductores de Volvo.

En el primer puesto del Libro Guiness de los Récords de vehículos que más kilómetros han recorrido, encontramos el modelo Volvo P1800 y sus más de 4,8 millones de kilómetros. Irving Gordon es nombre del conductor que logró esta hazaña. Si bien la motorización ha tenido que ser reconstruida en hasta tres ocasiones, el modelo conserva su carrocería original, la transmisión y los ejes.

No es un caso aislado dentro de la fama de longevidad de Volvo. Otro de sus modelos, el Volvo 245 GL de 1979, ocupa el tercer puesto en la misma clasificación. Hoy, vehículos como el Volvo XC90 Recharge, siguen desarrollándose bajo esa vocación de ser coches de futuro.

La vida útil de un coche se cuantifica en distancia, no en tiempo

En la industria de la automoción y, sobre todo, en algunas de sus casas, la obsolescencia encuentra más resistencias. Además, en la actualidad la carrera por liderar el cambio hacia la movilidad eléctrica y limpia impone una competencia añadida que deja poca cabida.

Esto no quiere decir que la vida útil de los vehículos sea ilimitada. Es sintomático del sector que, como medida de referencia y más conocida, se utilice el número de kilómetros y no la edad del coche. Esto posibilita unas estimaciones más cercanas y personalizadas al tipo de uso que se le da a los modelos.

A pesar de todo, es complicado cuantificar una distancia predeterminada para la vida útil, aunque sí se pueden establecer valores medios. Según el último informe de la EPA (Environmental Protection Agency) de Estados Unidos, los turismos allí «viven» aproximadamente unos 320.000 kilómetros de media. De este modo, para un conductor que acomete 20.000 kilómetros anuales, su coche sobrepasaría los 15 años de vida útil.

Si ahondamos en el concepto de obsolescencia programada en un coche, vemos que hace referencia a la introducción deliberada de piezas con una estimación de vida o calidad menor. Se añadiría el factor de que incorporar componentes más idóneos no implicaría para el fabricante un coste mucho mayor. 

¿Qué factores reducen la vida útil en un coche?

Identificar la obsolescencia en los vehículos se complica por su complejidad estructural y mecánica. De hecho, depende en gran medida de la calidad de los componentes que monten. En un automóvil, tan solo unas pocas piezas pueden condicionar la longevidad del conjunto.

Ahora bien, una vida corta puede ser también consecuencia de una conducción inadecuada o un pobre mantenimiento. La analogía con el ser humano es casi perfecta. Una vida de abusos puede acarrear un fin prematuro. 

El mantenimiento se torna una asignatura fundamental. Se han de respetar los diferentes criterios y tiempos que exige. Existen, además, determinados puntos que, si los descuidamos, pueden limitar o reducir sobremanera el «aliento vital» del vehículo.

Nos referimos al recambio de líquidos a tiempo, junto a la sustitución de bujías o la renovación de aceite, filtros del aire y correas de distribución. La transmisión también merece especial cuidado. En relación con ello, el mínimo de kilómetros establecido para una caja de cambios es de 250.000 kilómetros.

Para echarnos una mano, Volvo posee soluciones como Volvo Car Plan, que nos ayuda a programar de forma adecuada los mantenimientos de sus modelos, incluidos los híbridos enchufables Volvo XC60 Recharge y Volvo XC90 Recharge.

Eso sí, mención especial merece el mantenimiento de los modelos eléctricos, que puede alargarse hasta dos años. Su mecánica es más sencilla y presentan muchas menos piezas móviles. Más aún, carecen de los elementos que más sufren en los propulsores de combustión. Esto favorece el ahorro y una vida útil de la motorización mucho mas prolongada.

La naturaleza de su conducción también favorece la preservación de la mecánica. En un coche híbrido o eléctrico se usan y desgastan sustancialmente menos los frenos y pastillas gracias a su retención natural y la frenada regenerativa. 

La esperanza de vida de los coches eléctricos

Como decíamos, entre las numerosas ventajas de los modelos electrificados y 100 % eléctricos, encontramos que poseen mecánicas algo más sencillas que los modelos tradicionales de combustión. Esto no solo significa un mantenimiento más económico, sino que incluso pueden incrementar su longevidad y son menos propensos a sufrir obsolescencia programada en sus componentes.

El consabido obstáculo con el que se topan está en las baterías. Este es el componente que más puede llegar a condicionar la vida útil de un modelo eléctrico.

Un punto a favor de esta tecnología reside en que se encuentra en pleno proceso de desarrollo y los resultados que se han obtenido en un lapso de tiempo de pocos años son más que prometedores. A esto hay que sumar los beneficios de la tecnología blockchain que Volvo ya aplica en la trazabilidad del cobalto en la producción de baterías. 

Modelos como el Volvo XC40 Recharge o el próximo Volvo C40 Recharge superan con creces los 400 kilómetros homologados de autonomía. Ambos son una prueba real de lo que nos espera durante la presente década. La química de las baterías continuará con su mejora, y así lo hará su vida útil.

Obsolescencia programada vs. seguridad y sostenibilidad

La obsolescencia programa está muy reñida con dos de los pilares fundamentales en los desarrollos de Volvo: la seguridad y la sostenibilidad.

En la actualidad, resulta inconcebible implementar la seguridad a bordo y reducir el impacto medioambiental de la industria si los vehículos cuentan con una fecha de caducidad. Las estrategias para elevar la contribución ecológica en la automoción y aquellas que combaten la obsolescencia coinciden. Prueba de ello es el decálogo publicado por la Fundación FENISS (Fundación Energía e Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada). Literalmente, recoge los siguientes puntos:

  • Priorizar la compra de productos y la contratación de servicios que sean respetuosos con el medio ambiente, fabricados sin obsolescencia programada, y si es fabricante de algún producto, fabricarlo sin obsolescencia programada.
  • Contribuir a la mejora energética y a la disminución de emisiones, con el objeto de reducir las huellas de carbono y ecológica corporativa.
  • Realizar la correcta gestión de residuos.
  • Promover la cultura del consumo social y ambientalmente responsable.
  • Apostar por una responsabilidad ambiental y la preservación del medio ambiente local.
  • Facilitar el acceso a la formación ambiental y de integración social.
  • Evitar hacer uso de una publicidad engañosa o ambiental y socialmente irresponsable.
  • Promover la igualdad e integración social.
  • Facilitar la conciliación laboral, familiar y personal.
  • Promover y difundir los compromisos adoptados hacia un modelo de gestión más sostenible y responsable. Incluir en sus contratos con terceros cláusulas que impidan la corrupción.

En Volvo son conscientes que estos puntos son estructurales. No solo se persigue lanzar al mercado en 2025 una gama eléctrica al completo, sino que la transición hacia un modelo sostenible se extiende a todos los aspectos que rodean a la fabricación de un vehículo. De este modo, los modelos actuales podrán optar de nuevo a batir los récords de kilómetros y vida útil de hace unas décadas.

Carga tecnológica para frenar la obsolescencia

Un factor cada vez más determinante como fuerza opositora a la obsolescencia es la carga tecnológica que integran todocaminos como el Volvo XC60 Recharge.

El SUV presenta ventanas que miran al futuro de la automoción, como su tecnología híbrida enchufable de última generación o sus sistemas de seguridad y asistencia ADAS. Por el peso que supone incrementar la protección al volante para el fabricante sueco, sus modelos exhiben las últimas tecnologías que nos sitúan en la antesala de la conducción semiautónoma.

Igualmente, el XC60 Recharge hace gala de las últimas novedades en cuanto a conectividad (como una nueva actualización que perfecciona y sofistica la interfaz de Android Auto) o el sistema de Volvo para purificar el aire del interior del vehículo.

En este contexto, no tiene sentido alguno incluir soluciones amenazadas con una pronta caducidad, sino todo lo contrario. Son pioneros en estas áreas de la automoción. En consecuencia, la elevada carga tecnológica resulta una garantía que despeja dudas y aleja a los vehículos que la presentan de una posible obsolescencia planificada.