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La industria de la automoción ha pasado épocas de buenas intenciones en favor de la sostenibilidad que, en realidad, no eran más que un envoltorio tan llamativo, como vacío. Sumergidos en esta década, ha llegado la hora de la verdad. La emergencia climática y la presión institucional ya no entienden de promesas superficiales, sino de hechos.

El fabricante sueco brinda a los apasionados del futuro de la automoción la oportunidad de ponerse a los mandos de alguno de sus modelos 100% eléctricos durante el evento Volvo Studio Madrid. Acude al parking de El Corte Inglés de Nuevos Ministerios (Madrid) desde el 17 al 22 de mayo para vivir la experiencia de conducir un vehículo de última generación.

El desafío por la sostenibilidad y la reducción de emisiones está derivando en una transición real. El sector lo tiene en su tejado y cada fabricante ha de asumir la responsabilidad que le corresponde. El primer paso, no tan sencillo, es reconocer que la industria del automóvil también ha formado parte de un problema climático y, como tal, ha de aportar soluciones para remediarlo.

En ese sentido, Volvo ha sido uno de los primeros fabricantes en asumir las complicaciones medioambientales que vivimos hoy.  Aplicando la misma filosofía de protección de la vida y de seguridad vial que la compañía sueca ha mantenido desde su nacimiento, han pasado a la acción poniendo todos los medios a su alcance.

Un cuarto de las emisiones de efecto invernadero provienen del transporte terrestre

Coche 100% eléctrico

Calibrar la proporción de culpa del sector puede afrontarse con un ejercicio de medición de emisiones de efecto invernadero. El dióxido de carbono es el principal gas responsable de este fenómeno. En proporción, el transporte terrestre aporta en Europa en torno al 25% de las emisiones de CO2, encabezadas por los automóviles.

La Unión Europea ha intentado durante los últimos años lidiar con el asunto imponiendo unos límites de emisiones que, hasta no hace tanto, se tildaban de imposibles. En la actualidad, las autoridades europeas han marcado dos fechas clave que afectan a las emisiones de CO2 de turismos y furgonetas:

  • 2030. Al inicio de este año, los fabricantes tendrán que haber reducido de media en su gama un 55% de las emisiones de CO2 en los turismos de nueva matriculación y un 50% las furgonetas.
  • 2035. En este año, todas las emisiones habrán de quedar anuladas. Es decir, la Comisión Europea apunta esta fecha como el fin de las ventas de turismos y furgonetas movidos por motores térmicos.

En la historia reciente del combate por reducir los gases de los tubos de escape, hemos visto de todo. Las cifras no mienten y podíamos detectar con facilidad las incongruencias en los planes de sostenibilidad del sector de la automoción.

Una llamada a la acción

Volvo C40

En este contexto, la estrategia de Volvo ya destaca. El fabricante sueco fue pionero en alcanzar los objetivos de emisiones planteados para 2020. Es decir, Volvo ha terminado «los deberes» antes de tiempo. De hecho, la piedra angular de este asunto que explica el afán de Volvo es que las metas de sostenibilidad han dejado de ser una obligación para convertirse en un leit motiv de movilidad, sin ambigüedades.

En la actualidad, los resultados más vistosos los encontramos en el apartado de la electrificación (pero no son los únicos). Los modelos eléctricos que llegan bajo el apellido Recharge han invertido las tornas en un corto lapso de tiempo. Han causado un impacto similar al que se siente al acelerar a bordo de un Volvo C40 100% eléctrico. Sus inmediatos 660 Nm de par motor no mienten.

Lo mismo ocurre con la autonomía alcanzada por los eléctricos puros de Volvo, que superan con holgura los 400 kilómetros. La apuesta por las cero emisiones, en la que los híbridos enchufables están sirviendo de punto de enlace, ratifica los objetivos de Volvo en cuanto a electrificación.

Así, en 2025 el plan es que la mitad de sus ventas sean de coches 100% eléctricos. Llegados a 2030, la aspiración es vender solo este tipo de vehículos, de manera que Volvo sea un fabricante solo de modelos eléctricos. De cumplirse, los suecos se adelantarían (otra vez) cinco años a las mencionadas metas establecidas por la Comisión Europea.

La neutralidad climática: el verdadero reto

Fábrica de automóviles

Dentro de este plan, la electrificación no es el destino final, sino un instrumento irremediable para lograr el verdadero reto. Hablamos de la neutralidad de emisiones contaminantes en todo el proceso de producción.

Volvo quiere alcanzar la neutralidad de carbono en el año 2040. Esto implica un cambio profundo que sacude los cimientos de cualquier compañía dedicada al negocio de producir vehículos a gran escala. Ya no se trata solo de concebir y adaptar plataformas de las que nazcan modelos 100% eléctricos o de afrontar el desarrollo, la integración y los costes de las baterías para automoción.

Anular las emisiones de dióxido de carbono supone extender la filosofía para eliminar la expresión «del pozo a la rueda», transformándola «en del aerogenerador a la rueda». Por eso, Volvo ha iniciado diferentes procedimientos que afectan a sus todas sus plantas, los materiales con los que se fabrican sus automóviles, las fuentes de energía que alimentan los procesos y la huella de carbono en la que incurren. Volvo aplica estas mismas aspiraciones a sus proveedores.

De ahí que la compañía esté realizando un especial esfuerzo por contagiar su afán más allá de sus localizaciones, de cara a sumar toda la sociedad al necesario cambio mediante la concienciación. Un último ejemplo de esto lo encontramos en el trabajo de Volvo y Sra. Rushmore para la revista Matador.

campana volvo

En la publicación se ha introducido lo que denominan como «La gráfica del hielo». Consiste en una propuesta gráfica en forma de bloque de hielo a dos páginas que plasma con el paso de los números de la revista la cantidad de hielo que en proporción se va extinguiendo por culpa del cambio climático. Una imagen más que ilustrativa de lo que significa el cambio climático, algo en lo que Volvo se posiciona como «causa» pero a la vez como agente de cambio.

Circularidad, la llave maestra para alcanzar la neutralidad

Reclicaje piezas de un coche

Uno de los recursos más útiles, pero no tan llamativos como la electrificación, resulta de aplicar una economía circular a los procedimientos. Esta propone el cambio al que aspira Volvo en todos los niveles: disminuyendo la generación de residuos, apostando por el aprovechamiento de materiales reciclados y potenciando la reelaboración y reutilización de las piezas.

Equivale a elucubrar vehículos teniendo en cuenta toda su vida útil. La importancia de ello es capital. Y es que la mitad de las emisiones de efecto invernadero en la fabricación de un vehículo se producen en la obtención de las materias primas. Y lo que es peor, se estima que esta carga se duplique llegados a 2050.

La idea es descartar el modelo tradicional en el que la vida de una materia prima, tras pasar por un proceso de producción costoso en términos energéticos, termina por convertirse en un residuo. La economía circular combate el fenómeno de la obsolescencia programada con materiales más duraderos y resistentes que, llegados al final de su vida, pueden reconvertirse en materias primas.

La genética sostenible del automóvil está en sus materiales

Acero y aluminio en el coche

La esencia de esta idea estriba, en términos prácticos, en la cantidad de emisiones que el uso del acero o del aluminio aportan al proceso de fabricación. Volvo es claro con su compromiso a largo plazo. Pretenden que ya en 2025 el 25% del aluminio y el 40% sea reciclado. Gracias a esta política con el acero, en 2020 la compañía consiguió ahorrar 176.000 toneladas de emisiones de CO2. 

Un tratamiento equivalente recibirán otros materiales como los plásticos o el cuero que incorpora la tapicería de los vehículos. Esta última tendencia va en la línea de también descartar tejidos de origen animal y apunta a reconcebir el concepto de lujo en los tejidos que viste el habitáculo de un coche. 

En definitiva, Volvo está extendiendo una política empresarial gobernada por la ética de sus acciones climáticas. Si aspiramos a una movilidad limpia, es innegable que la industria de la automoción ha de actualizar sus procesos. No basta con fabricar coches eléctricos. Hay que operar un cambio de mentalidad.