La automoción debe construirse sobre la base de la protección de la salud y de la vida. Tan revalorizada a marchas forzadas por la realidad pandémica, los agentes de la industria de la movilidad tienen cada vez más claro que sostenibilidad y seguridad vial van de la mano. ¿Por qué y cómo conseguirlo?
El primer e imprescindible paso es admitir que se ha tratado de una problemática muchas veces olvidada. Este fenómeno se da en nuestros días. Hace décadas algunas compañías consideraban la seguridad activa y pasiva como aspectos secundarios y asumían sin poner soluciones que conducir un coche acarrea ciertos riesgos irremediables. Hoy, esta tendencia persiste a la hora de reconocer que vivimos una complicada realidad medioambiental.
A los primeros fabricantes que se lanzaron a mejorar la seguridad se les tilda de pioneros. Detrás de avances tan esenciales como el cinturón de seguridad se esconde la labor de los profesionales de Volvo. Este leit motiv ha acompañado a la marca sueca desde siempre y ahora lo aplica para sus ambiciosos planes de electrificación y sostenibilidad, fundidos en lo que se conoce como Moment 4.
Comparemos fatalidad vial y fatalidad ambiental
Las tecnologías que apuntan a la gestión masiva de datos ayudarán a mejorar la seguridad vial con modelos predictivos. Pero no hace falta la aplicación del Big Data para comprender las consecuencias fatales de los accidentes de tráfico en contraste con la contaminación.
Se trata de una información que reverbera en la palestra pública. En 2020, perdieron la vida en las carreteras españolas hasta 1.370 personas, según datos de la DGT. ¿Y la contaminación atmosférica? ¿Cuántas vidas se cobra?
Puede que resulte sorprendente y que. por eso, pueda invitar al escepticismo. La mala calidad del aire provoca la muerte prematura a más de 44.000 personas al año en España. No se trata de un fenómeno tan cruento y radical como un accidente de tráfico. Sin embargo, acarrea un final análogo.
Este dato proviene de un estudio en conjunto de las Universidades de Harvard, Birmingham, Leicester y el College London. El informe señala a la quema de combustibles fósiles como culpables. En España, según el IDAE, el 25 % de esas emisiones contaminantes provienen de los tubos de escape.
Números así no constituyen ninguna novedad. La OMS lleva años advirtiendo de los peligros asociados a las emisiones y dando cuenta de que provocan siete millones de muertes prematuras al año en el mundo. La comparación entre cifras invita, cuanto menos, a replantear el concepto de protección en la movilidad. Por eso, Moment 4 persigue no solo evitar los siniestros viales, sino trabajar por reducir las consecuencias de la contaminación sobre la vida.
Comparemos motivaciones: la seguridad vial del pasado
Insistimos en la labor de Volvo porque sus aportaciones han salvado millones de vidas y, de paso, han contribuido a cambiar la perspectiva social.
El ejemplo más relevante lo obtenemos con el cinturón de seguridad. La innovación llegaba de la mano de Nils Bohlin en 1959, ingeniero del fabricante sueco. El sistema de anclaje y retención salva desde entonces más de un millón de vidas al año, en buena medida porque el fabricante liberó en su día la patente. Todas las compañías no esperaron demasiado para adoptar ese mismo sistema de retención en sus vehículos.
El objetivo de Volvo con la seguridad vial no quedaba en concentrarse en innovaciones concretas, sino en asentar unas bases de investigación férreas para atajar de raíz los siniestros. Así se sucedieron los estudios de los que da fe la iniciativa EVA.
Este proyecto tiene en cuenta «matices» que cuesta creer que durante décadas se ignorasen, como la integración en los crashtest de la fisonomía de la mujer o de los niños. De ahí que Volvo fuera de los primeros fabricantes en introducir los SRI, potenciar su uso y dar con desarrollos de sillitas más fiables, como aquellas que permiten viajar a contramarcha.
Comparemos motivaciones: la seguridad ambiental del presente
Con estos ejemplos de referencia, que Volvo se preocupe por la seguridad ambiental del presente no es ninguna sorpresa. La filosofía Moment 4 lucha por instaurarse en la industria. No resulta una tarea sencilla y que esté respaldada por otras muchas compañías en la automoción.
Pongamos como ejemplo al coche eléctrico. Aunque no lo parezca, una gran mayoría de prototipos de coches eléctricos que nacieron en la anterior década carecían de los apoyos necesarios para poder comercializarse por parte de… su propia casa. No tardaron en recibir la etiqueta de modelos eléctricos de compromiso.
No hay más que fijarse en cómo se promocionaban tales vehículos, que se anunciaban con spots de televisión oscuros que parecían salidos de una película de terror. También había no pocos directivos empeñados en defenestrar al coche eléctrico e, incluso, alguno que admitía que sus modelos eléctricos de salón solo existían para cumplir.
Estos mantras falsos tenían las horas contadas. A favor de esas reticencias están los enormes costes que implica la transición para cambiar y evolucionar los procesos de producción de automóviles o proveerse de baterías que propicien autonomías dignas.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre reconocer que se trata de un reto complicado y negarse por completo a asumirlo. El peso de las necesidades climáticas y sanitarias del presente, junto a la presión institucional, ha terminado por inclinar la balanza hacia compañías con una hoja de ruta más coherente.
Comparemos hojas de ruta… cuando las haya
Ante este panorama, el ejercicio de Moment 4 de fusionar la urgencia vial con la medioambiental constituye el primer paso hacia un plan de sostenibilidad acorde a las circunstancias.
No consiste en lanzar modelos híbridos enchufables por el mero hecho de que los conductores que los adquieran puedan transitar por las zonas de bajas emisiones de las ciudades. Volvo ha sido el primero de los grandes fabricantes clásicos en poner sobre la mesa unos objetivos sencillos y claros, pero no por ello poco ambiciosos:
- En 2025 aspiran a que la mitad de sus ventas globales sean de vehículos 100 % eléctricos y el otro 50 % híbridos.
- En 2030 solo van a producir vehículos 100 % eléctricos.
Estas aspiraciones son el germen de su actual gama Recharge, que comenzó con los híbridos enchufables. A estos, en un escaso lapso de tiempo, se ha sumado el primer 100 % eléctrico del fabricante con más de 400 kilómetros de autonomía, el Volvo XC40 Recharge y el Volvo C40 Recharge.
Como prueba de la sinceridad que rodea a estos planes, los suecos van a aplicar los mismos objetivos de sostenibilidad a todo el proceso de producción de sus automóviles. Por ejemplo, prevén para 2025 que las emisiones de dióxido de carbono derivada de la fabricación de cada uno de sus coches se reduzcan en un 40 %. Aspiran a la neutralidad de emisiones en 2040.
Protección dentro y fuera del vehículo
Volvo se ha adelantado a fijar este tipo de metas, enmendando los escepticismos causados en la anterior década por las apuestas eléctricas vacías de otros fabricantes.
Las ventajas de considerar seguridad vial y ambiental como una sola asignatura son palpables. Integran los resultados de la ausencia de tubos de escape con las tecnologías de asistencia a la conducción (ADAS) y de la conducción semiautónoma. Sobre estas últimas, existe un consenso institucional a nivel mundial de acelerar su introducción.
Según los planes impulsados en primer término por la ONU, el potencial de la Inteligencia Artificial ahorraría hasta 675.000 fallecimientos al año. Moment 4, de Volvo, también persigue la manera de implementar todos estos aspectos tecnológicos de los vehículos bajo una misma dirección: aquella en la que seguridad y sostenibilidad son una misma cosa.