¿Cómo se fabrica un coche eléctrico? Y su producción, ¿contamina más o menos que la de uno de combustión? Son cuestiones cada vez más relevantes para los muchos conductores que están dando el salto a la movilidad eléctrica y que pueden obtener respuesta.
Las ventajas de conducir un modelo que se nutre solo con energía eléctrica son palpables. Nada más pisar el pedal del acelerador se pueden comprobar. Ahora bien, no es tan sencillo determinar de forma pormenorizada y analítica cuántas emisiones presenta un modelo eléctrico durante su ciclo de vida.
¿Qué impacto posee la fabricación de un coche eléctrico?
Y es que la merecida etiqueta cero emisiones deja patente una realidad irrefutable. Los vehículos 100% eléctricos no emiten emisiones durante su conducción. Carecen de tubo de escape, lo que les convierte en la solución más limpia y viable.
Sin embargo, eso no quiere decir que, como todo producto salido de la mano del ser humano, posea un impacto medioambiental más que relevante. Los recursos naturales que se necesitan, el transporte de los mismos, la energía utilizada en las fábricas, los residuos generados… La sucesión de procesos deja una huella de carbono.
Su profundidad se mide en toneladas de dióxido de carbono, el gas de referencia por ser el principal factor causante del efecto invernadero y la urgencia climática actual. De hecho, existe un estándar global, el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero para medir con una oficialidad científica el fenómeno, al que Volvo se encuentra adherido. En ese aspecto, los fabricantes de la industria de la automoción están tomando caminos diversos.
Volvo forma parte del grupo de compañías que lidera una transición ecológica global en el ciclo de vida de los vehículos eléctricos. Así lo está demostrando con la producción de modelos como el Volvo XC40 Recharge o Volvo C40 Recharge.
Dentro de la acción climática, Volvo empezó hace ya más de cuatro años con un objetivo muy ambicioso: reducir al 40% las emisiones de dióxido de carbono en el ciclo de vida de fabricación de sus vehículos.
Replantear el escenario de la automoción desde cero… emisiones
El gran objetivo del fabricante sueco es alcanzar la neutralidad de carbono en 2040. Supondría un adelanto de diez años en la meta marcada por la Unión Europea. Algo así va más allá que vender coches eléctricos. Requiere una hoja de ruta que sustente y abone el crecimiento sostenible.
Para nosotros, como conductores, las prestaciones de los modelos eléctricos no resultan más que llamativas. Sin embargo, las necesidades climáticas también nos afectan. Estas, además, no entienden de nacionalidades o latitudes.
Al igual que Volvo solo venderá coches eléctricos llegados a 2030, cada vez existirá una mayor implicación por conocer cómo de transparente, limpia y responsable ha resultado la fabricación de un modelo.
Los datos que explican la descarbonización no mienten. Si hablamos de que alimentar las baterías de un coche eléctrico es una operación más o menos sostenible según el origen de la energía eléctrica, se ha de aplicar el mismo filtro al origen del coche. El esfuerzo que han de asumir los fabricantes alcanza cotas históricas, de ahí que en la actualidad existan grandes diferencias entre las compañías más comprometidas, como Volvo, y las que no.
Análisis del ciclo de vida del Volvo XC40 Recharge
Antes de tomar un rumbo adecuado en la reducción de emisiones, Volvo ha realizado diferentes esfuerzos de investigación con el fin de identificar la mejor ruta. Así se comprueba en el informe sobre el ciclo de vida del Volvo XC40, en el que se comparan las versiones térmica (ICE) y la 100% eléctrica del Volvo XC40 Recharge.
Se trata de una metodología más que tradicional en el seno de la compañía sueca. Así se han fraguado durante generaciones de vehículos aportaciones cruciales a la seguridad vial. Es la misma filosofía que ha originado el análisis, aplicando ahora ese know-how a la sostenibilidad.
El estudio desentraña sin filtros el impacto medioambiental de fabricar un coche eléctrico, en contraste con uno de combustión. Es decir, lo que se viene conociendo como análisis «del pozo a la rueda«. La posición del fabricante resulta ideal, pues el mismo chasis del Volvo XC40 unifica criterios y permite apreciar mejor las diferencias entre una motorización térmica y una eléctrica.
La gran dependencia del mix energético
En el examen de ambas versiones se pueden destacar dos conclusiones primordiales:
- La emisiones de dióxido de carbono en el ciclo de vida de un coche eléctrico muestran una gran dependencia del mix energético, es decir, de cómo de limpia sea la producción de energía eléctrica que se consumirá en la fabricación y en la fase de uso.
- Mientras los modelos térmicos parecen haber alcanzado un techo tecnológico, el coche eléctrico todavía tiene margen de mejora para reducir emisiones en el proceso de producción y reaprovechamiento de componentes.
El dato de partida, muy esperanzador para la movilidad eléctrica, es que teniendo en cuenta el mix energético a nivel global, fabricar un coche eléctrico libera menos emisiones de dióxido de carbono que su equivalente térmico (54 toneladas de media por cada unidad, según el estudio de Volvo; por 58 toneladas de CO2 en el caso del Volvo XC40 de combustión).
Esa ligera ventaja del coche eléctrico se incrementa una vez crece la proporción de energía renovables y limpias en el mix. Según el de la Unión Europea, la emisiones bajan hasta las 45 toneladas por vehículo producido; y en un escenario ideal en que la totalidad de la energía tuviera origen eólico, la cifra bajaría hasta las 27 toneladas.
Volvo encabeza la batalla por recurrir a un mix energético lo más limpio posible. En la actualidad, las plantas del fabricante sueco operan en un 80% con energía climáticamente neutra.
Un margen de mejora que Volvo ya acomete
Además del factor del origen de la energía, todavía son muchos los avances que se pueden lograr trabajando sobre la cadena de suministros. La electricidad no es el único ingrediente en la receta de un coche eléctrico.
Si bien las baterías de iones de litio de los modelos 100% eléctrico les suponen casi un tercio de su impacto ambiental (el 28% de las emisiones provienen de esta asignatura, según el análisis de Volvo), casi la mitad del CO2 que se genera en su producción está vinculado al uso del acero, el hierro y el aluminio.
De ahí la política de Volvo con la reducción de las emisiones relacionadas, que posee objetivos muy claros ya para el año 2025 reciclando el 40% del acero y el 25% del aluminio de sus vehículos. Todo forma parte de una estrategia repleta de sinergias. Como se comprueba, el reciclaje influye en el impacto en las emisiones globales del coche eléctrico, pero también permite aspirar a otro modelo de negocio en el que se reaprovechen piezas y componentes, se reduzcan los residuos y se le de una segunda vida a las baterías de litio.
Por eso, el trabajo de sostenibilidad Volvo no se pueden entender de manera aislada. Objetivos como el de reducir en un 40% el CO2 en la producción de cada vehículo requieren una evolución orgánica que afecta a todos los procesos.
Los suecos están demostrando que los pilares de la economía circular son inseparables del coche eléctrico. Solo así la industria podrá alcanzar sus metas en materia de reducción de emisiones de dióxido de carbono. El incremento en las ventas y la popularidad del coche eléctrico asistirá a esta tarea, haciéndonos partícipes a los conductores. Según avanzan los años y constatamos la urgencia climática, se va conformando como el inevitable y único camino.