La electrificación total parecía, no hace tanto, una opción más de futuro. Hoy se ha convertido en la única alternativa para lograr las exigencias de movilidad que demanda, no solo el planeta, sino sus próximos habitantes, es decir, las generaciones venideras. Esa transición hacia una automoción coherente con los fines climáticos ha rescatado una de las paradojas habituales de las revoluciones. Los más jóvenes conocen la situación e instan a los adultos asumir una responsabilidad ignorada.
Jamás en la historia había existido una conciencia tan global sobre los acontecimientos que sufre nuestro planeta. Curiosamente, buena parte de la preocupación presente recae sobre los hombros de los más pequeños. Y no es de extrañar.
Los roles de profesor y alumno se invierten
Los destinados a heredar La Tierra miran al futuro con desasosiego. El legado que les dejamos está plagado de retos con soluciones complejas. Por eso, las nuevas generaciones son las primeras en transmitirnos ese mensaje de que no hay tiempo que perder. Hay que actuar ya. Esa imprescindible ambición se constata en los más jóvenes de la generación Z e, incluso, en los integrantes de la generación Alfa, es decir, aquellos nacidos a partir de 2010.
Si uno pasa por la sección infantil y juvenil de las librerías, resulta interesante observar cómo han crecido en número las obras que versan sobre esta temática. Y es que la conciencia medioambiental también se está cociendo en los productos culturales que consumimos desde la más tierna infancia. El rol del héroe o heroína ha evolucionado, como se lee en éxitos como ‘Tú puedes salvar el mundo‘ (2020) de Angela Green o ‘Estamos aquí: Notas para vivir en el planeta Tierra‘ (2018) de Oliver Jeffers. Las aproximaciones científicas confirman esta tendencia. La recopilación de trabajos en la materia «Youth perceptions of climate change: A narrative synthesis«, destaca un factor coincidente: «lo más jóvenes están más dispuestos a actuar (…)». Otro estudio de The Lancet, muestra el impacto emocional del cambio climático en los niños:
«Los encuestados en diferentes países estaban preocupados por el cambio climático (el 59% se mostraban muy o extremadamente preocupados). Más del 50% transmitieron estas emociones al respecto: tristeza, ansiedad, enfado, impotencia, indefensión y culpabilidad«.
El futuro de la automoción también está en juego
Casi la mitad de los niños de la muestra del último informe reconoce que estas emociones se cuelan en su día a día. Ante este panorama, no parece extraño que se esté fraguando la generación del cambio, aquella frente a la que los adultos han de estar preparados y aprender de ellos. Volvo se está inspirando en esta carga emocional que ya soportan los más jóvenes para formar parte de un cambio que comienza, en el sector de la automoción, con la electrificación total. Compañías y fabricantes se están jugando mucho como protagonistas y responsables actuales de las dinámicas medioambientales y de sostenibilidad.
El futuro del sector de la automoción, y del transporte en general, depende de los pasos que ahora se tomen. Se trata de decisiones que, por la urgencia climática, se están asumiendo en un espacio de tiempo muy breve. Aquellos que viajan en la segunda fila de asientos del coche serán los encargados de juzgar si las innovaciones de movilidad que les propongamos son una solución o forman parte de un problema aún mayor. Aunque los adultos nos hayamos criado bajo el paradigma de la combustión, para ellos resultará incomprensible heredar ese transporte.
¿Qué es lo que esperan de la movilidad las generaciones venideras?
La electrificación es la respuesta inicial al interrogante generacional de qué estamos haciendo para afrontar la crisis climática. Esta ataca a uno de los problemas más apremiantes: las emisiones nocivas para la salud provenientes de los tubos de escape. Según la Organización Mundial de la Salud, más del 90% de la población mundial se encuentra expuesta a niveles de contaminación ambiental peligrosos para la salud. Esta se cobra 4,2 millones de muertes prematuras al año en el mundo. Un estudio reciente de la School of Public Health de Harvard incide una vez más sobre este problema infravalorado en años pasados:
Los investigadores estiman que las muertes atribuidas a la contaminación de las emisiones de los vehículos descendieron de 27.700 en 2008 a 19.800 en 2017.
Los científicos atribuyen esta reducción a la nueva hornada de vehículos, sobre todo los 100% eléctrico y cero emisiones. En ese sentido, el Volvo XC40 Recharge 100% eléctrico demuestra que el cambio es posible. El modelo constituye una puerta que ya se ha abierto a un futuro que allana los impedimentos a los que se enfrentaba el coche eléctrico. El más destacado es el de la autonomía. En el caso del SUV de Volvo, su homologación supera de lleno los 400 kilómetros.
Una sincera descarbonización
La electrificación total es el primer capítulo de una obra que estamos empezando a escribir nosotros, pero que terminarán nuestros hijos. Las bases del verdadero cambio en el transporte (y en la industria en general) se asientan sobre la eliminación de las emisiones que causan el cambio climático. Entre estas, destacan en su papel protagonista las de dióxido de carbono. En ese aspecto, Volvo tiene el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en 2040. Los suecos han elevado la sostenibilidad dentro de sus prioridades, al mismo nivel que la seguridad en carretera.
Ahora bien, afrontar un objetivo de ese calado supone una reestructuración mayúscula. Implica analizar con detenimiento y evolucionar todos los procesos que se acometen a nivel global buscando anular, no solo las emisiones que generan por sí mismos, sino las derivadas de su propia existencia. Encontramos un ejemplo de esto último en el origen de la energía utilizada en las plantas de producción.
Se trata de uno de los primeros logros que Volvo está alcanzando. No es otro que el de que toda la energía eléctrica de la que se nutre el fabricante provenga de fuente renovables. Ya en 2008, el conjunto de fábricas europeas de Volvo se alimentaban de energía hidroeléctrica. En la actualidad, el 80% de los centros de producción de la compañía recurren a energía climáticamente neutra. Esperan llegar al 100% en 2025.
La economía que cierra el círculo
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Muy relacionado con lo anterior, otro de los grandes retos de los sistemas de producción actuales es alcanzar el máximo grado de circularidad posible. Esto significa ahondar en la eficiencia de los procedimientos buscando el máximo reaprovechamiento de materiales primarios, componentes producidos y residuos. Una de las consecuencias directas de esto es la disminución de emisiones contaminantes inherentes a la obtención de materias primas, la fabricación de componentes caducos y no reutilizables o la imposibilidad de reciclar elementos llegados al final de su ciclo de vida.
Volvo consiguió en 2025 reciclar el 95% de sus residuos de producción globales. 2040 vuelve a ser la fecha que se ha marcado el fabricante como objetivo para perfeccionar de forma absoluta la circularidad de sus procesos.
Honestidad y transparencia
En este punto hay cierta similitud en cómo han cambiado los estándares en la educación de las generaciones más jóvenes. Las nuevas pedagogías ponen de relieve los beneficios de aplicar valores como la honestidad, transparencia y empatía por parte de los adultos. ¿Qué tiene que ver esto con la responsabilidad social de las compañías? Mucho.
En la actualidad, se espera que las decisiones de los fabricantes estén acompañadas de unos motivos claros y en consonancia con las necesidades de los tiempos que nos han tocado vivir. Han de ir acompañadas de hechos que lo corroboren. De no ser así, se produce un descrédito grave, una pérdida de confianza como la del hijo o el alumno que ve que su referente no da ejemplo con sus enseñanzas.
De hecho, la industria de la automoción ha vivido en la última década crisis muy graves al respecto, algunas relacionadas con falta de honestidad medioambiental y de publicación de las cifras de emisiones. Estas explican en parte ciertas desafecciones hacia el transporte privado, sobre todo por parte de los más jóvenes.
Volvo lleva años buscando la excelencia en este apartado. Tratan de ser totalmente transparentes en relación al «impacto del carbono total de nuestros vehículos eléctricos con batería (VEB)». Es decir, no esconden las emisiones asociadas a la producción de sus modelos eléctricos. De hecho, las hacen públicas, como en el caso del análisis comparativo del ciclo de vida del Volvo XC40 Recharge, comprometiéndose a continuar reduciéndolas.
La compañía pretende vencer la inseguridad que asoló al coche eléctrico durante sus primeros años. A la misión no le falta complejidad. Supone una colaboración global para que otras compañías se sumen (por ejemplo, ofreciendo y desplegando puntos de carga con energía eléctrica de origen 100% renovable). Aun así, no existe otra alternativa para posibilitar a las generaciones inmediatas una movilidad limpia que no les suponga empezar de cero en un planeta ya echado a perder.