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La ciudad de Estocolmo, conocida como la «Venecia del Norte», busca un nuevo impulso en materia de sostenibilidad. Para ello, ha abrazado un objetivo que hace no tanto sonaba a imposible: librarse de los combustibles fósiles en 2040.


Un poderoso crossover urbano de estética deportiva y adelantado a su tiempo. Ha nacido 100% eléctrico y con la tecnología más innovadora, pero sobre todo con la filosofía de reinterpretar el lujo desde la sostenibilidad y la preservación del bienestar animal.

Han pasado más de diez años desde que se alzara con el relevante galardón de Capital Europea Verde. Ahora bien, durante la última década hemos sido testigos de cambios vertiginosos que afectan de lleno a la gobernanza, planeamiento y la movilidad en las ciudades. De intentar paliar las emisiones contaminantes hemos pasado a un panorama de acción hacia la neutralidad de carbono.

Las ciudades necesitan mantener una hoja de ruta actualizada y orgánica. Y es que tan solo alardear de «verdes» se antoja insuficiente. Las urgencias medioambientales a nivel global suplican que aceleremos la necesaria transición. Según la ONU, para detener el incremento de la temperatura media del planeta en 1,5 ºC (cifras que conducen al desastre climático) es preciso una reducción de emisiones anual del 7,6 % hasta 2030

Esta es la urgente premisa que abrazan las compañías pioneras en la industria de la automoción, como Volvo y su plan con para convertirse en un fabricante 100% eléctrico. De forma paralela, la capital sueca proyecta una estrategia similar con el coche eléctrico como protagonista imprescindible.

El paralelismo por la sostenibilidad entre Volvo y Estocolmo demuestra la necesidad de la colaboración entre todos los agentes implicados en esta transición. Sin ir más lejos, ciudad y fabricante de automóviles comparten la fecha objetivo de 2040 para lograr la neutralidad.

¿En qué basa Estocolmo su plan para ser neutral en 2040?

En cifras de las Naciones Unidas, las ciudades apenas ocupan el 3 % de la superficie terrestre, pero son responsables según el lugar del globo que se trate de entre el 60 % y el 80 % del consumo energético. Además, es en los núcleos urbanos donde se arroja el 70 % de los gases de efecto invernadero.

Por tanto, gran parte de los esfuerzos por la sostenibilidad se han de dedicar a esta esfera urbana, planteando estrategias propias de las denominadas Smart Cities. La hoja de ruta de Volvo encaja en esta visión.

Así pues, urbes como Estocolmo se centran en estrategias a largo plazo. Incluyen la renovación de los medios de transporte, elevar la eficiencia energética, edificaciones sostenibles, concienciación a través de la educación, verdaderas políticas de salud y bienestar, o trabajar para reforzar el sentimiento de pertenencia a las comunidades urbanas.

Todas estas acciones, valga el coloquialismo, van de la mano. En lo que a Estocolmo respecta, encontramos proyectos concretos que atacan al fondo del asunto:

  • Abandonar el carbón como combustible con efecto inmediato.
  • Trabajar con las compañías energéticas para sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables al tiempo que se cumple con los picos de demanda.
  • Fomentar la denominada Open District Heating network. Consiste en una red de intercambio térmico que usa los excedentes energéticos de unos lugares en otros.
  • Incrementar la proporción de energía renovable en el mix energético de la ciudad (en Suecia, el 90 % de la energía eléctrica proviene de fuentes hidroeléctricas o nucleares).
  • Producir suficiente energía solar para compensar el 10 % del consumo de los edificios públicos locales.

Como añadido, hay que reconocer el mérito con el tratamiento de las aguas o de residuos sólidos de la ciudad. La ciudad ostenta una tasa de reciclaje del 99 % de estos últimos.

Un transporte limpio y eléctrico en el corazón de la estrategia

Aparte de las medidas comentadas, lograr la neutralidad de carbono en 2040 supone renovar el parque automovilístico que transita por la capital sueca mucho antes. De hecho, se plantean esa misma fecha como límite para prohibir el tránsito de vehículos movidos por combustibles fósiles.

De ahí que la estrategia con el coche eléctrico de Estocolmo se adelante unos años. Un instrumento común al de otras ciudades europeas es el de haber establecido una zona de bajas emisiones, gestionada a través de carga impositiva. Se introdujo en la ciudad en 2006, después de un amplio debate público. Tras Londres, fue la segunda ciudad europea en imponer un sistema de estas características.

Estas acciones no fueron suficientes para lograr unas cifras de electrificación elevadas. De hecho, los núcleos urbanos suecos no destacaban en la anterior década por el número de matriculaciones eléctricas tanto como algunos de sus vecinos. Por eso, han pasado a la acción con nuevos planes.

Según, el grupo Power Circle, Suecia necesitaría incrementar en 2,5 millones las unidades de vehículos enchufables para lograr sus objetivos de sostenibilidad. Esto no puede lograrse sin que la industria de la automoción ofrezca soluciones eléctricas de entidad, que superen obstáculos como la autonomía limitada.

Por eso, el plan de Volvo para adelantarse a las necesidades de movilidad de la capital sueca y, en general, de la famosa Declaración de Glasgow enunciada con motivo de la COP26. En lo que respecta a la electrificación, el fabricante se ha comprometido a que la mitad de sus ventas en el mundo en 2025 sean de modelos 100 % eléctricos. Llegados a 2030, todos los nuevos modelos serán eléctricos puros.

El despegue definitivo del coche eléctrico sueco

El gran impulso a la movilidad eléctrica del fabricante sueco, con apuestas tan sólidas como el Volvo XC40 y Volvo C40 Recharge, que superan con creces los 400 kilómetros de autonomía, va en consonancia con el reciente despegue de las ventas de coches eléctricos en Suecia.

De esta manera, en 2019 los modelos que se enchufan (es decir, híbridos enchufables y 100 % eléctricos), copaban el 26 % de la cuota de mercado del país. Dos años después, en diciembre de 2021, ese porcentaje llega hasta el 54 %. Es decir, la mitad de los modelos que se matriculan en Suecia son eléctricos enchufables. ¿Qué está suponiendo esta revolución?

Doblar los esfuerzos para reforzar la infraestructura de carga

De forma paralela al increíble incremento de las matriculaciones eléctricas, la red de recarga de la ciudad de Estocolmo ha visto cómo la demanda por un enchufe se ha disparado. Tanto es así, que algunas fuentes del sector apuntan a que la propia red eléctrica necesitará apoyo añadido para lidiar con las nuevas necesidades.

A la vista de este boom sueco del coche eléctrico, la ciudad no solo ha incrementado las estaciones de carga (se pasó de 490 puestos en 2016 a 1.500 en 2019); sino que también ha empezado a estudiar con detalle los hábitos de carga. Según recoge un informe local, el número de vehículos eléctricos se incrementó en Estocolmo en un 35 % en 2019, mientras que las sesiones de carga lo hicieron en un 46 %.

La neutralidad de carbono exige una recarga 100 % limpia

La creciente demanda energética que vemos en el anterior gráfico perteneciente al estudio «Evaluation of public charging for EV in Stockholm» exige una actualización en el suministro de energía eléctrica limpia. En la estrategia primigenia de Estocolmo con la movilidad eléctrica, ya se contemplaba este axioma:

Es importante que la energía eléctrica que alimente al vehículo eléctrico sea limpia. Para asegurar que este es el caso, se han de acometer análisis del suministro en los puntos de carga y evaluar su impacto medioambiental.

Volvo lleva años planteando esta cuestión: el coche eléctrico no puede entenderse sin una producción mínima a base de fuentes renovables. De hecho, el fabricante aplica a sus procesos productivos este principio. Sus plantas se alimentan ya de energía renovable, como el caso de Skövde, en Suecia. Se trata del primer centro de producción de la compañía en alcanzar la neutralidad de carbono.

El mismo sentido se aplica a las necesidades de recarga pública del coche eléctrico en Estocolmo. No en vano, toda la energía usada para las operaciones locales e institucionales ya proviene al 100 % de fuentes renovables. Sin duda, este camino que ha iniciado Suecia de forma tan rotunda se irá extrapolando de forma progresiva al resto de países europeos, España incluida.

El coche eléctrico es una demanda cada vez más clara y todos los Gobiernos se están poniendo manos a la obra para facilitar su adopción. En nuestro país, el gran hándicap es la infraestructura de recarga, por lo que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico aprobaba recientemente un Real Decreto que quiere facilitar esta expansión con un objetivo muy ambicioso: disponer de 100.000 puntos de recarga públicos el próximo año.

Imágenes | Volvo, Wikimedia/Holger.Ellgaard