¿Cómo se pueden reducir las emisiones de carbono si cada vez se fabrican coches más grandes? Esta cuestión, a veces contradictoria en el seno de la industria de la automoción, tiene una respuesta sencilla: quizá no es preciso que toda la gama de los fabricantes cuente con modelos de grandes dimensiones. Vamos a repasar qué se puede (y se debería) hacer para incrementar la sostenibilidad comenzando por el propio diseño de un automóvil.
Antes de continuar, en estos tiempos más que nunca conviene recordar la relación entre las emisiones y la emergencia climática. El dióxido de carbono y, en menor medida, el metano, los óxidos de nitrógeno y las partículas en suspensión, son los principales agentes que han alterado en los dos últimos siglos la composición de la atmósfera. Esta dinámica intensificada a niveles inéditos para el planeta desde la Revolución Industrial se ha convertido en una peligrosa amenaza cuya irremediable solución pasa por reducir de forma drástica la cantidad de dióxido de carbono derivado de la actividad humana.
Algunos fabricantes como Volvo se han adelantado a tomar cartas en el asunto. En lo que a sostenibilidad se refiere, su objetivo es convertirse en una marca climáticamente neutra en 2040. Esto implica tener en cuenta toda la actividad que desarrolla una compañía de cara a disminuir los niveles de las emisiones de efecto invernadero vinculadas a esa actividad, con la vista puesta en la neutralización plena.
Una reducción de 30 toneladas en la huella de carbono
Por supuesto, la cruzada contra las emisiones empieza con los mismos vehículos. No se trata solo de comercializar modelos eléctricos (Volvo solo venderá 100% eléctricos en 2030), sino de considerar el modo en que estos se producen. Supone un desafío mayúsculo. Aun así, los suecos no están siendo tacaños con el esfuerzo y su último lanzamiento, el Volvo EX30, así lo demuestra.
El SUV, más pequeño y con vocación urbana (pero sin renunciar a ir más allá) ha supuesto un hito al conseguir disminuir las emisiones de dióxido de carbono que acarrea su fabricación en un 25% con respecto a sus predecesores eléctricos. Por primera vez, un modelo de Volvo ha bajado de las 30 toneladas de CO2 generadas en el intervalo de tiempo que va desde su concepción hasta recorrer 200.000 kilómetros. Estos números contribuirán a que el fabricante alcance su objetivo para 2025 de reducir en 7 años un 40% sus emisiones de efecto invernadero.
La cuestión no es tanto el haber alcanzado ese logro, sino analizar cómo lo ha conseguido Volvo de modo que pueda servir de ejemplo. Vamos a analizar qué aspectos se han tenido en cuenta.
1) Responsabilidad en el diseño
Aunque no lo parezca, la reducción de emisiones comienza en la propia concepción y el diseño del vehículo. Nos encontramos en una época en la que los SUV se han alzado con la hegemonía del mercado. Según la Agencia Internacional de la Energía (IAE) el 46% de los modelos matriculados en el mundo responden a estas características y dimensiones.
Esto ha traído consigo un incremento medio de los consumos y las emisiones en el mundo. Algunos fabricantes piensan que basta con electrificar de forma masiva para paliar este efecto. Sin embargo, otros como Volvo, estiman que es preciso una mayor dedicación. Y es que, como ya sugeríamos al inicio, el CO2 generado en la fabricación de modelos de grandes dimensiones se incrementa más allá del tipo de motorización que monten.
Es por eso que Volvo ha planteado una nueva propuesta a través del EX30, apostando por un SUV de dimensiones más reducidas. Es, de hecho, el todocamino más pequeño del fabricante hasta la fecha, con 4.233 mm de longitud, 1.837 mm de ancho y 1.549 mm de alto. Las intenciones del fabricante también se perciben en su masa de 1.830 kilogramos, todo un logro teniendo en cuenta su segmento y que se trata de un 100% eléctrico con un pack de baterías de 69 kWh.
2) El componente más sostenible es aquel que no existe
Estos números representan un esfuerzo cuantitativo. Sin embargo, lo conseguido por Volvo con el EX30 conviene analizarlo desde una perspectiva cualitativa. Y es que, cifras aparte, la reducción también ha supuesto la utilización de menos piezas en su fabricación. Según Volvo, «el componente más sostenible es aquel que no existe». Es decir, el fabricante ha estudiado cómo combinar las funcionalidades de sus componentes para eliminar partes, aplicando el concepto de eficiencia a la fisonomía interior del vehículo.
Los materiales constituyen otro de los grandes frentes para la huella de carbono. Si nos centramos en el acero, de media se emplean 900 kilogramos por vehículo. Solo la industria del acero aporta el 5% de las emisiones de dióxido de carbono en Europa. En Volvo, conocedores de esta realidad, se están empleando a fondo para reducir aluminio y acero en sus vehículos.
3) Doble función para el reciclaje
Ahora bien, disminuir el uso de estos materiales no es el único recurso para frenar las emisiones en la fabricación. La reutilización y el reciclaje también se han convertido en armas muy valiosas. En el caso del Volvo EX30, el 17% del acero y el 25% del aluminio son reciclados. Lo mismo ocurre con los elementos plásticos del vehículo. Volvo ha subido el listón al tratarse del modelo con mayor porcentaje de plástico reciclado, un 17% del total.
En el interior del habitáculo y siguiendo el precedente del Volvo C40 Recharge, se ha recurrido al denim, el lino y una mezcla de lana con un 70% de poliéster reciclado para vestir al salpicadero y sus molduras, a las puertas y los asientos.
Y lo que es tan importante, el Volvo EX30 no solo toma elementos reciclados, sino que ha sido diseñado para poder entregar sus materiales una vez se agote su vida útil. Hasta el 95% del vehículo tiene ese potencial de poder ser reutilizado. Esta suma de factores resulta crucial para ir restando emisiones de CO2 en la producción.
4) Eficiencia más allá del motor 100% eléctrico
Por supuesto, los modelos 100% eléctricos suponen, de base, un enorme beneficio directo. Desde Volvo citan una investigación de la Universidad del Sur de California que apunta a que «un pequeño aumento de los coches eléctricos que circulan por una determinada zona tiene un efecto positivo directo sobre el número de visitas a urgencias a causa del asma».
Una de las cuestiones fundamentales con respecto al Volvo EX30 también tiene relación con la ya mencionada reducción de tamaño y masa. Contribuye a que su cifra de consumo se reduzca y el modelo homologue 16,7 kWh/100 km. En el caso de los modelos eléctricos, esta gran cifra de consumo suele tomarse como un punto a favor a la hora de extender su autonomía eléctrica. Lo que no es tan visible es que esa eficiencia también contribuye a reducir las emisiones de CO2 derivada de la producción de energía eléctrica.
5) Control sobre lo que tomamos de la naturaleza
Y si hablamos de energía eléctrica, otro punto clave para la huella de carbono es nutrir los diversos procesos de producción de energía 100% limpia y renovable. Las plantas de las que sale el EX30 cumplen con esta premisa y desde Volvo aseguran que el 95% de sus proveedores se han comprometido a utilizar exclusivamente energía renovable en sus procesos de producción antes de 2025.
Igualmente, en Volvo persisten en utilizar la tecnología de cadena de bloques para identificar y cuantificar los usos de materias primas críticas. Estos constituyen una serie de recursos (como el litio que se utiliza para las baterías), cuya explotación va al alza y supone ya un desafío tanto económico (de cara, por ejemplo, a asegurar los suministros y manejar situaciones como su escasez), como medioambiental.
Como se puede comprobar, la reducción de la huella de carbono se descompone en innumerables frentes e implica una gran complejidad en la optimización de los procesos industriales. Modelos como el Volvo EX30 están sentando un importante precedente que ayudarán a pasar del dicho al hecho en materia de sostenibilidad.